viernes, 12 de febrero de 2010

Y era sabia...

Este miedo de ti, de mí... de todo...

Este miedo de ti, de mí... de todo,
miedo de lo sabido y lo entrevisto,
temor a lo esperado y lo imprevisto,
congoja ante la nube y ante el lodo.

Déjame estar. Así. ¿No te incomodo?...
Abajo ya es la noche, y hoy has visto
cómo acerca el temor: aún me resisto
pero me lleva a ti de extraño modo.

Déjate estar. No luches: está escrito.
Desde lejos nos llega, como un grito
o como un lerdo vértigo rugiente.

Me darás lo más dulce y más amargo:
una breve alegría, un llanto largo...
sé que voy al dolor. Inútilmente.

Julia Prilutzky



Empecé a escribir poesía por ella (así como traté de escribir cuentos por Poldy Bird). Empecé a escribir poesía por ella y hoy, tantos años después, cada una de sus letras la sigo sintiendo clavada en mí. Este miedo de ti, de mí, de todo. Este miedo de él y de mí. Este miedo de mí, de mí, de mí. Y de él. Este miedo de los dos. Este miedo a volverlo a perder, pero esta vez definitivamente. Este miedo de que sus ojos dejen de mirarme con el amor que me volvieron a mirar. Este miedo de que mi corazón vuelva a cerrarse (le odió tanto mi corazón que hizo lo imposible por olvidarlo). Este miedo de perderme. Este miedo de perderlo. Este miedo de que la felicidad sea efímera. Este miedo de las novelas, en las que cuando todo es color de rosa llega el golpe fatal. Este miedo de que la felicidad sea efímera. Este miedo de reconocerme total y absolutamente enamorada. Demasiado, para mi gusto. Miedo, miedo, miedo. Este miedo de ti, de mí, de todo. Este miedo que paraliza, que agobia, que asusta. Asusta, el miedo.

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