lunes, 21 de junio de 2010

Costumbres y olvidos

Tengo la costumbre de olvidarme de que tengo blog...
Tengo la costumbre de olvidarme lo que soñé la noche anterior...
Tengo la costumbre de olvidarme de despertarte cuando estoy dormida...
Tengo la costumbre de olvidarme de que ya dije las cosas (y repetirlas)...
Tengo la costumbre de olvidarme de que ya tropecé con algunas piedras demasiadas veces...
Tengo la costumbre de olvidarme la ropa en el lavarropas...
Tengo la costumbre de olvidarme los nombres de las canciones...

Tengo la costumbre de olvidarme de mí y acordarme de vos.
Tengo la costumbre de olvidarme de vos y acordarme de mí.

Y en tanto ir y venir, tengo la costumbre de olvidarme de todo y acordarme de nosotros dos...
... y estoy segura de que esa es mi mejor costumbre.

viernes, 26 de marzo de 2010

Así de fácil

El punto era que al darse cuenta de que todo lo que creía no era (o sí era), entonces podría comprender que nada era lo que era y todo era lo que no era. O al revés. En realidad nunca le quedó muy claro lo que era y lo que no era. O si era o no era al mismo tiempo. O tal vez era lo que no era, pero no era lo que creía que era.

Pero de algo estaba segura ahora, después de tanto tiempo, volvía a ser.

lunes, 15 de marzo de 2010

HOY

Y se dio cuenta de que hoy tenía una razón válida para sonreír en un odioso lunes por la mañana. Y sentirse feliz, de verdad.

domingo, 28 de febrero de 2010

¿Alma gemela?

Hoy leía en Internet sobre el "Alma Gemela". ¿Existe realmente esa persona? En Before Sunset , Celine dice "La idea de que sólo haya una persona que nos complemente es diabólica". Hoy pensé esa frase. Hoy pensé muchas otras frases. Hoy lloré y me reí y volví a llorar y a reír hasta cansarme. Hoy pensé cosas que me dijo él y cosas que me dije yo. Pensé cosas que me dijo el resto (¿qué resto? ¿importa el resto?). Y hoy, justo hoy, leí sobre las almas gemelas. Leí que con frecuencia no son nuestro tipo de pareja (y aquí recuerdo frases como "no es tu tipo, nena" "es que somos tan distintos"). Leí que uno podría encontrar más de mil razones para no involucrarse con esta persona (odio no poder odiarte, decía tan sabiamente Mariana). Leí (y amé esa frase) que el universo parece confabularse para acercarnos a esta persona. Y leí sobre las intuiciones, las necesidades, los miedos, las preguntas. Leí, y llamó mi atención, que suele ser común encontrar a esta persona después de atravesar un tipo de "relación imposible" (mal de amores, corazón roto, cold heart, llorar, gritar, patear, soñar, caer). Leí, leí, leí. Pensé, pensé, pensé. Soñé, soñé, soñé.

Y reí.
Y sonreí, como hacía mucho tiempo no sonreía.
Y lloré (de miedo y de alegria, o viceversa).

Y me callé.
Cuando no sabés que decir, lo mejor que podés decir es quedarte callado.

sábado, 13 de febrero de 2010

Incluso en estos tiempos

Cuando se dio cuenta de todo lo que le dolía nadó lo más rápido posible para alejarse de ese lugar. Nadó. Nadó. Nadó. Y así sucesivamente. Creyó que había dejado atrás todo lo que le hacía mal, todo lo que ella creía que podía hacerle mal. Se inventó mil trucos, recorrió nuevos lugares, conoció otros cielos y estaba segura de no querer volver. Estaba segura de no extrañar. Estaba segura de haber olvidado todo lo que había querido olvidar. Estaba segura de ser feliz, de otra manera. Estaba segura de no arrepentirse. Estaba segura de no querer volver. Y se detuvo un instante a contemplar...

... sólo que cuando contempló se dio cuenta que estaba parada en el mismo lugar de siempre. Y tuvo miedo (mucho miedo) de haber comprendido cuánto extrañaba ese lugar.

viernes, 12 de febrero de 2010

Y era sabia...

Este miedo de ti, de mí... de todo...

Este miedo de ti, de mí... de todo,
miedo de lo sabido y lo entrevisto,
temor a lo esperado y lo imprevisto,
congoja ante la nube y ante el lodo.

Déjame estar. Así. ¿No te incomodo?...
Abajo ya es la noche, y hoy has visto
cómo acerca el temor: aún me resisto
pero me lleva a ti de extraño modo.

Déjate estar. No luches: está escrito.
Desde lejos nos llega, como un grito
o como un lerdo vértigo rugiente.

Me darás lo más dulce y más amargo:
una breve alegría, un llanto largo...
sé que voy al dolor. Inútilmente.

Julia Prilutzky



Empecé a escribir poesía por ella (así como traté de escribir cuentos por Poldy Bird). Empecé a escribir poesía por ella y hoy, tantos años después, cada una de sus letras la sigo sintiendo clavada en mí. Este miedo de ti, de mí, de todo. Este miedo de él y de mí. Este miedo de mí, de mí, de mí. Y de él. Este miedo de los dos. Este miedo a volverlo a perder, pero esta vez definitivamente. Este miedo de que sus ojos dejen de mirarme con el amor que me volvieron a mirar. Este miedo de que mi corazón vuelva a cerrarse (le odió tanto mi corazón que hizo lo imposible por olvidarlo). Este miedo de perderme. Este miedo de perderlo. Este miedo de que la felicidad sea efímera. Este miedo de las novelas, en las que cuando todo es color de rosa llega el golpe fatal. Este miedo de que la felicidad sea efímera. Este miedo de reconocerme total y absolutamente enamorada. Demasiado, para mi gusto. Miedo, miedo, miedo. Este miedo de ti, de mí, de todo. Este miedo que paraliza, que agobia, que asusta. Asusta, el miedo.
... y al final lo descubrió. Le costó el alma y muchísimas lágrimas. Errores y caídas. Pero se dio cuenta de que lo que necesitaba para ser feliz era ese abrazo, ese beso, esa mirada, esa sonrisa, esa pelea, esas cosquillas, esa palabra, esos ojos, esa voz, ese, eso, ese, eso, ese. ÉL.